lunes, 6 de agosto de 2012

Capitulo 2. "Living" Marruecos (Parte 1)

- Oiiiiga Señora, si quiere verse delgada, ¡Compre tela plisada!. Si quiere parecer elegante, ¡Lleve esta peluca brillante! - Gritaba una y otra vez Giussepe Garufa con esa voz aguda pero potente que Dios le había dado; le había contado por lo menos trescientas mil repeticiones desde que habían desembarcado en Marruecos, hacía ya un par de años.
- Venga señora, que la que sabe se aprovecha. Dos por uno, con derecho a revolver.- Esas eran otras de sus frases. Alternaba de una a otra según se iba cansando o cuando veía algún grupo de turistas que se adentraba en el Zoco.
Desde que habían llegado a Marruecos, Pulguini no había tenido contacto alguno con el mundo del comercio - por lo menos el tipo de  contacto que él quería - había cambiado sus estudios por el futuro prometedor que le había prometido su tío. "Primero tienes que empaparte del ambiente y conocer bien la  mercancía" - le decía su tío cuando le preguntaba si podía atender él también. De momento lo que estaba haciendo no era más que reponer los modelos de pelucas que se iban vendiendo, colocar las pesadas bobinas de tela que Guissepe desenrollaba para enseñar a las clientas y de vez en cuando ir a por una tetera caliente para refrescar la garganta de su tío. No veía el momento de empezar a vender. Muchas veces en la trastienda se imaginaba que las cajas vacías eran clientas y hablaba con ellas vendiéndoles pelucas a diestro y siniestro, de momento no había fallado una venta y siempre quedaban satisfechas.
Ahora sin embargo, hacía tiempo que ya no jugaba a los tenderos, había perdido la ilusión, y empezaba a arrepentirse de haber dejado sus estudios de protésico dental, se le daba bien y era bueno con las manos. Si se hubiese quedado en Sicilia, todo sería distinto. En esos dos años que llevaba en Marruecos, podría tener la experiencia necesaria para poder abrir su propio taller y ganarse la vida sobradamente. Además tenía ciertas ideas que hasta ahora podían considerarse como innovadoras en el campo de las prótesis dentales, como era la personalización de la dentadura con colores y dibujos. Pero bueno, se prometió que algún día retomaría sus estudios.
- Pulguini, tráeme un trago, ¿quieres?.- dijo su tío con la voz un poco tomada.
- Ahora mismo tío, aprovecharé para traer más pelucas tipo Rodillo que se están terminando. Nos las quitan de las manos.
- Vale, pero no tardes que hay mucho lío.
Pulguini tenía que atravesar todo el Zoco para llegar al almacén donde tenían la mercancía. Un pequeño cubículo iluminado únicamente por una lucera en el tejado. Era su momento de descanso y podía permitirse el lujo de tardar un poco más de la cuenta ya que era complicado atravesar el mercado en hora punta y eso era disculpa suficiente. Fue en uno de esos descansos cuando en una calle perpendicular al pasillo central, se encontró con una joven pulga. Su bonita piel morena y sus amplias curvas le cautivaron desde el principio y ya no pudo quitarle  los ojos de encima. Trabajaba de peluquera canina, de hecho el cartel que indicaba su negocio decía "Perruquera" . Se quedó mirando cómo cortaba el pelo a un fox terrier de avanzada edad, se la veía resuelta y alegre. Le encantaba su trabajo. Tres perros después seguía hipnotizado por el sonido de sus tijeras y sus rápidos movimientos. Fue una colleja estruendosa proveniente de la mano derecha de Giussepe lo que lo sacó de la hipnosis. Puguini cayó sobre sus rodillas, no sabía donde estaba, ni qué había pasado. Le pitaba un oído pero la vista le funcionaba perfectamente. Reconoció la cara de su tío y enseguida se levantó y empezó a dar todo tipo de disculpas sin pensar.
- Verás tío, es que fui  al almacén pero de camino perdí la llave y di la vuelta para ver si estaba ... - dudaba mucho en su explicación, no se le daba bien mentir.
- Tranquilo, no pasa nada - Pulguini no se fiaba, estaba a la defensiva, iba a abrir la boca cuando su tío prosiguió - Qué, ¿te gusta ese tabolo?, todavía me acuerdo cuando conocí a tu tía ... - pensaba que iba a contarle otra vez la historia de su romance pero por contra siguió diciendo - ... voy a presentartela.
- No tío, déjala que está trabajando, ya si eso mañana ...
- Oye, moza, suelta ese morguizu que va a pegarte algo.
- ¿Eh?, ¿me dice a mi? - su voz era mas ronca de lo que hubiese imaginado, pero le daba personalidad y era muy sensual.
- Si, mira, es que te traigo a mi sobrino haber si puedes arreglarle un poco el pelo que entre lo negro y lo revelde que lo tiene, parece un minero recién salido de la mina.
- Verá, es que solo me dedico a los perros ...
- Bueno, a él no le importa, además no creo que le pegues ninguna pulga, aunque no sé si es lo que prefiere. Giussepe se rió tan fuerte que le hizo toser varias veces antes de depositar disimuladamente un esputo al pañuelo de seda china que siempre llevaba en el pantalón, aunque al final del día parecía que era de cartón.
La chica empezó a reirse y hasta se ruborizó, había captado el mensaje y la verdad es que hacía un rato que se había fijado en esa pequeña pulga que la observaba desde el otro lado del pasillo.
- Está bien, que pase después de cerrar, y veré lo que puedo hacer. Por cierto, me llamo Aline Fernandes.
- Perfecto, no te preocupes no tiene novia así que no tiene que dar cuentas a nadie. Yo me llamo Giussepe y el melón de mi sobrino Pulguini, Pulguini Garufa.
- Bueno Pulguini, pues nos vemos luego.
- Va ... va ... vale!.- No le salían las palabras.
El trayecto hacía el puesto se lo pasó preguntando a su tío cómo debería ir vestido, si tenía que llevarle algo, que tenía que decirle, ... Si, estaba claro que el amor había despertado en el chico.

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